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El consenso de analistas de diversas instituciones bancarias y casas de bolsa en México ha revisado a la baja sus estimaciones para la inflación al cierre de este año y el próximo. Este ajuste refleja una moderación en las presiones inflacionarias, en línea con las políticas monetarias más restrictivas aplicadas por el Banco de México durante los últimos meses.

De cara a noviembre, los expertos mantienen su pronóstico de que el Banco de México reducirá su tasa de interés en un cuarto de punto porcentual, dando inicio a un ciclo bajista en las tasas de referencia. Esta decisión, que implicaría un alivio gradual en las condiciones crediticias, busca equilibrar los riesgos de una desaceleración económica con la necesidad de mantener la estabilidad financiera.

Además de los pronósticos de inflación y tasas de interés, los analistas también anticipan un escenario más desafiante para la economía mexicana en 2025, con una previsión de crecimiento más débil en comparación con este año. Entre los factores que podrían influir en esta desaceleración están la incertidumbre global, la menor demanda externa y un entorno local de inversión más cauteloso.

En cuanto al tipo de cambio, las estimaciones también apuntan a una depreciación del peso frente al dólar en los próximos meses, aunque el ajuste esperado no sería abrupto. Este panorama podría impactar en las importaciones y en los costos para los consumidores mexicanos, a medida que se mantenga un entorno de volatilidad en los mercados internacionales.

Omar Mejía, subgobernador del Banco de México, expresó en una entrevista con El Economista que existen condiciones propicias para continuar con la reducción gradual de la tasa de interés de referencia. Mejía señaló que esta estrategia tiene como objetivo sostener la recuperación económica y reducir el costo del crédito para las empresas y consumidores, sin dejar de vigilar la inflación para evitar un repunte inesperado.

El ciclo bajista en las tasas de interés, previsto por los analistas y autoridades monetarias, sería una medida clave para impulsar la actividad económica, especialmente en un contexto donde las expectativas de crecimiento han disminuido y la política monetaria podría ayudar a fomentar la inversión y el consumo interno.