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Por Iván Soto Hernández

Qué ironía más grande: la columna del señor Víctor Rubén Hernández se titula Sin Censura, pero en cada línea lo que intenta es precisamente censurar. Censurar a una diputada por pensar distinto, censurar a una mujer que no se somete a su credo, censurar a Durango para que se quede atrapado en sermones disfrazados de ciencia.

La estrategia es vieja y gastada: usar palabras como “asesinas de bebés”, “cultura de la muerte” y “doble moral” como piedras medievales contra cualquiera que se atreva a disentir. Un diccionario del miedo, heredado de inquisidores, que hoy circula en columnas de opinión como si fueran debates serios.

Lo que hace Víctor Rubén no es abrir un diálogo democrático, es lanzar un sermón sectario. Y lo sectario no se esconde: acusa, señala, condena. Pero conviene aclarar algo: doble moral no es legislar con base en la Constitución, doble moral es disfrazar dogma de periodismo y exigir cárcel en nombre de la vida.

Porque mientras el columnista grita “defensa de los indefensos”, guarda silencio frente a las niñas obligadas a parir, frente a la pobreza que condena a mujeres a maternidades sin salida, frente a los feminicidios y la violencia cotidiana. Esa sí es la verdadera doble moral.

Con peras y manzanas

Para que no quede duda, lo explico en versión infantil:
• Estar a favor de la despenalización no es estar a favor de que las mujeres aborten.
• Es estar en contra de que terminen en la cárcel por un tema de salud.
• Nadie obliga a abortar. Como con los tatuajes: son legales, pero nadie te obliga a hacértelos.
• La despenalización garantiza algo sencillo: libertad de conciencia.

Quien confunda despenalizar con promover abortos, o no entiende, o no quiere entender.

Diez razones de fondo

Daniela Soto sostiene su postura con razones, no con sermones. Y aquí están, claras y concretas:
1. Estado laico: las leyes se hacen en el Congreso, no en el púlpito.
2. Salud pública: la clandestinidad mata; la despenalización salva vidas.
3. Justicia social: las ricas abortan en privado, las pobres pagan con cárcel.
4. Igualdad de género: solo ellas son criminalizadas por su biología.
5. Obligación internacional: la SCJN y la Corte IDH ya lo han dicho: penalizar viola derechos humanos.
6. Evitar injusticias: hay mujeres procesadas por abortos espontáneos.
7. Atención integral: la despenalización abre espacio para educación, prevención y acompañamiento.
8. Avance social: más de la mitad del país ya despenalizó. Durango no puede vivir en el pasado.
9. Prevención real: prohibir no evita abortos, la educación sí.
10. Libertad de conciencia: nadie está obligado, pero nadie debería ir preso por decidir.

La verdadera censura

El texto del señor Hernández no es periodismo, es un sermón con uniforme de columna. Se hace llamar Sin Censura mientras busca silenciar a una diputada y, de paso, a todas las mujeres que reclaman un derecho legítimo. Es el mismo guion: acusar de “inmorales” a quienes defienden libertades, y presentarse como los únicos dueños de la verdad.

Pero Durango es diverso: aquí viven católicos, evangélicos, ateos, agnósticos, y quienes entrelazan sus creencias con tradiciones populares. Pensar que solo una visión religiosa debe gobernar a todos es, en sí misma, la falta de ética más grande.

Daniela Soto cumple con su deber: legislar para todas y todos, con respeto a las creencias, pero sin someterse a amenazas ni chantajes.

Conclusión mordaz

Acusar a Daniela Soto de “doble moral” por defender la despenalización del aborto es, en sí mismo, un acto de hipocresía monumental. Porque la verdadera doble moral está en quienes presumen defender la vida mientras promueven cárcel, clandestinidad y riesgo para las mismas mujeres que dicen proteger.

La valentía política no está en repetir dogmas ni en disfrazar sermones de ciencia. La valentía está en legislar sin miedo, con respeto y con visión de futuro. Eso es lo que hace Daniela Soto.

El resto —incluida la columna Sin Censura— no es debate ni periodismo. Es ruido. O peor aún: censura con sotana.