La segunda temporada de Tulsa King sigue la vida de Dwight Manfredi (interpretado por Sylvester Stallone), un exconvicto que, tras ser liberado de prisión con la ayuda de su hija, regresa a Tulsa con la ambición de expandir su influencia. En esta ocasión, decide adentrarse en el negocio de la energía eólica para producir marihuana legalmente, lo que le genera nuevos conflictos, incluyendo la aparición de un adversario que ve en peligro su propio poder.
Desde el primer episodio, se destacan tanto los aciertos como las limitaciones de la serie. En cuanto a los aspectos negativos, el formato televisivo mantiene su enfoque en largas conversaciones, en las que los personajes discuten y desentrañan los problemas, dejando de lado la acción que se esperaría de una producción protagonizada por Stallone. Aunque se incluyen algunas secuencias de pelea, son los diálogos los que llevan el peso de la narrativa, una estrategia que facilita el rodaje pero que puede decepcionar a quienes esperan más dinamismo.
Por otro lado, Taylor Sheridan continúa profundizando en su visión crítica de las dinámicas de poder en diversas regiones de Estados Unidos. La familia y el círculo cercano de Manfredi se expanden en esta temporada, lo que genera nuevos enfrentamientos entre los mafiosos de Nueva York, los vaqueros del interior del país y los discretos empresarios de Kansas, subrayando las tensiones culturales y territoriales que son clave en la trama.
Stallone, además de actuar, contribuye a los guiones, dotando a su personaje de esa mezcla única de carisma y frases impactantes que lo han acompañado a lo largo de su carrera. Un elemento notable es el estilizado vestuario de Manfredi y su equipo, que aporta un aire extravagante y casi caricaturesco a la serie, añadiendo una capa visual distintiva a la historia.
Aunque esta nueva temporada no introduce cambios drásticos en comparación con la primera, Stallone demuestra una vez más su habilidad para reinventar a sus personajes, dándoles siempre una nueva oportunidad para seguir adelante, como si se tratara de un combate que nunca termina.